La gente tiene aplicaciones en el móvil
para todo, la mayoría gira en torno al ocio y al consumismo. Lo
mejoran, amplifican, facilitan, abaratan, pluralizan. Con tu móvil
ya puedes comprar cualquier cosa. Puedes consumir productos que antes
tenías que pagar, propiciandote ocio.
La gente no sabe lo que quiere, yo soy
el mejor ejemplo, pero muchos de ellos creen saberlo, pues hay tanta
gente que se ha preocupado en ponerte opciones delante de tus
narices. Apetitosas opciones de vida a las que puedes subirte si te
sientes perdido. Religión, oficio, placer. Cada uno elige entre la
amplia variedad, condicionado por los movimientos de sus cercanos y
por la moda.
Es la total libertad de elección la
maldición de nuestras acomodadas vidas. Es nuestro pecado capital
preferir los límites a la vasta inmensidad. Las personas necesitamos
puntos de anclaje, subrealidades, rutinas, otras personas. Acotar,
limitar, crear fronteras, especificar núcleos, grados de
importancia... todo ello con el fin de aportarnos seguridad y la
sensación de tener nuestras vidas encarriladas.
Pero es todo falso.
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